sábado, 26 de septiembre de 2009

LAS CRISIS A LA ESPAÑOLA EN AL-ANDALUS. O COMO HUNDIR ALGO PROMETEDOR




Y mientras asesinaban y reinaban unos y otros en el noroeste peninsular, ¿qué sucedía en Al-Andalus? Bueno, resumiendo podemos decir que el antiguo esplendor del imperio Musulmán estaba desapareciendo. El que escribe, convencido de la influencia visigoda e hispanorromana en la decadencia del la cultura musulmana, no puede menos que desternillarse ante la situación que aconteció en la región Peninsular Musulmana.

Vean y juzguen ustedes mismos. Una vez instalados en la la Península Ibérica, las tradiciones más arraigadas en la región se fusionaron con otras tradiciones musulmanas, generando a los primeros musulmanes hambrientos de carne porcina y bebedores de diversos licores, especialmente vino. Resulta que el alcohol hacía estragos en la sociedad musulmana y la tradición anárquica y revolucionaria hispana también jugó su papel.

Al más puro estilo hispano, unas y otras facciones musulmanas decidieron tratar de hacerse con el poder de Al-Andalus. Las luchas sociales, el desorden civil y distintas revueltas, generaron que Al-Andalus empezase a sentirse independiente del Imperio Omeya. Y una revuelta triunfante en Oriente le dio la razón. Los Omeyas fueron exterminados, sus rivales, los abbasíes se hicieron con el Califato. Y la trascendencia religiosa disipó el auge administrador y financiero del Imperio, que ahora si respondía con las armas ante los ataques a la fe islámica. Los Omeyas habían sido siempre grandes administradores, perfectos economistas y gente muy culta, que incluso había olvidado en cierto modo su fe a fin de extender el imperio y mejorar su sociedad. No obstante, los árabes encabezados por los Abbasíes, no tardaron en utilizar la fe para atacar al imperio y derrocar por la fuerza y de manera muy sangrienta a los Omeyas en Damasco.

A pesar de haber intentado eliminar a toda la dinastía Omeya, uno de ellos, Abd Ar-Rahman ibn Mu'awiya ibn Hisham ibn Abd al-Malik (Abderramán I) logró huir con destino a Al-Andalus. Una vez llegado allí, Abderramán I se hizo con el Emirato y decretó por primera vez la independencia política de Damasco. Al-Andalus era ahora, un estado propio dentro del imperio Abassí de Damasco. El Emirato no consiguió paralizar la pétrea tradición hispana y las revueltas en Al-Andalus seguían produciéndose. Abderramán I, Emir de Al-Andalus tuvo que sofocar violentamente varios intentos de golpe de Estado. Alcanzó su cometido, pero la situación en Al-Andalus nunca sería la misma.

Desde el norte perdían territorio con el Reino Astur, y no paraban de retirarse de la frontera de tierras francas ante el empuje de los Francos. Cabe destacar que aprovechando los problemas internos de Al-Andalus, se ve que todo se pega cuando uno pisa esta tierra, en el 801 d.C., mientras combatían distintas facciones musulmanas por el poder en el Emirato, Ludovico Pío, hijo de Carlomagno cruza los pirineos y funda lo que fue conocido como la Marca Hispánica. Ésta franja separaría el mundo islámico del mundo cristiano, al tiempo que serviría como del Condado de Cataluña, el Reino de Navarra y el de Aragón.

Ya nada frenaba el declive de Al-Andalus, salvo una perpetua, continua y radical transformación de la vida civil y las costumbres tan arraigadas en la península. Y a ello se puso Aderramán I, que hizo frente a los reinos cristianos, primero exigiendo tributo al Reino Astúr-leonés, que se tuvo que ver obligado a pagar por el potencial omeya, y luego manteniendo la marca norte de la península al conquistar Zaragoza luchando contra los francos de Carlomagno. Así mismo, Su territorio estuvo muy bien organizado gracias a la eficacia de sus ministros, gobernadores en las siete provincias del emirato, caldíes, jueces de las ciudades y el consejo coránico, que procuraba la integración de las diferentes etnias bajo las leyes de Mahoma, como los muladíes (cristianos conversos), mozárabes (cristianos que pagaban tributo extra por permanecer en territorio musulmán) y los judíos. Además siempre tuvo 4 ó 5 asesores que le aconsejaban en cada decisión difícil.

Ordenó que no se rezase jamás por los abasidas de Bagdad. Fue proclamado príncipe de los creyentes. En las monedas no se hacía ninguna mención a Bagdad, capital del Imperio Abassí y tan solo reflejaban el año en curso y el nombre de Al-Ándalus. Fundó la Mezquita de Córdoba, que persiste como símbolo del esplendor del Islam en la Península Ibérica y convirtió Al-Andalus en una unidad de diferentes etnias y culturas en un estado potente y portentoso, capaz de combatir y resistir al Imperio Abassí, a la Europa Cristiana e incluso a las revueltas bereberes. Además, fundó una dinastía que terminaría por atribuirse el poder político y religioso en una única persona, independizando por completo Al-Andalus de ningún otro Imperio. Pero las costumbres autóctonas estaban demasiado arraigadas. Eso ya lo veremos más adelante...

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