miércoles, 23 de septiembre de 2009

ALFONSO I. EL CUÑADÍSIMO TALIBÁN Y EL EFECTO DE LA PUBLICIDAD



Con Favila ya enterrado, El Cuñadísimo, el primero de la historia de España, mucho antes del marido de la hermana de Franco, Alfonso I (desde ahora lo llamaremos tal cual; El Cuñadísimo), fue proclamado Rey del Reino de Asturias. El Cuñadísimo, hijo de nobleza cántabra, no tardó en anexionar al nuevo estado cristiano sus dominios en Cantabria, e incluso llegó a extender su Reino a La Rioja. Al mismo tiempo, y con el auge poblador del nuevo Estado, luego veremos cómo, El Cuñadísimo se anexiona Galicia, parte del Norte de Portugal (740 d.C.) y extiende su reino por el Sur hasta León (que conquistó en 754 d.C.).

A pesar de todo no podemos pensar que El Cuñadísimo fuese un genio militar ni que los musulmanes perdiesen su empuje o perdiesen territorio fruto de la fuerza del nuevo Estado Cristiano. Al contrario, el noroccidente peninsular fue conquistado gracias al desinterés y al abandono que hicieron los musulmanes del terreno, en aras de sus intentos de expansión a tierras Francas y a causa de problemas naturales, luego veremos qué problemas.

Como primeras medias en su nuevo reino, El Cuñadísimo (desde ahora el Cuñadísimo Talibán) decidió imponer una obligatoriedad de fe católica y pasar por las armas a todo infuel (musulmán o converso) que encontrase en su camino. Sus conquistas, lejos de afianzar el territorio para su reino, se producían siguiendo el paso de la retirada musulmana y asesinando a todo aquel que no fuese de fe católica. Y a los católicos no crean ustedes que los dejaba vivir a sus anchas. Todas las poblaciones que caían en sus manos al sur de la Cornisa Cantábrica debían ser abandonadas y sus pobladores trasladados al norte, a fin de repoblar la población de Asturias y Cantabria.

Este último hecho, logró que se fundasen nuevos pueblos y poblados, nuevas aldeas y ciudades, cuya existencia y organización perdura en nuestro tiempo (y dicho sea de paso, supone uno de los problemas de comunicación de Asturias con el sur de la Corinisa Cantábrica). Esta repoblación de Asturias y Cantabria determinó un auge de la fuerza militar cristiana y una mejor defensa del reino ante las acometidas de los musulmanes, que ahora si, empezaron a preocuparse de este reducto visigodo.

Pero la defensa no mejoró fruto de la fuerza militar o de mejores tácticas, estrategias o innovaciones militares de ningún tipo. La defensa del reino mejoró fruto a la despoblación y a la creación de un espacio, el denominado Desierto del Duero, un área comprendida entre el río Duero y la Cordillera Cantábrica que quedó prácticamente despoblada. La repoblación de parte de estas tierras comenzará a producirse 100 años más tarde, con gentes del propio reino y mozárabes venidos de reinos musulmanes. Evidentemente los cronistas católicos defendieron esa política, tildando la misma como una inmejorable defensa del Reino Asturiano. No obstante, la historia moderna aclara muchos puntos de este hecho, y acusa de involuntario este hecho, algo que, dicen, ocasionó serios comederos de cabeza al nuevo Rey.

Con todo, nunca se conoció a este Rey por sus crímenes, si no por su extensión del Reino, en lo que posteriormente llamarían los cronistas cristianos la reconquista. ¿Qué importaba que pasase por las armas a poblaciones enteras, musulmanas o conversas?. ¿Qué importaba que generase un problema de despoblación y desertización en la Meseta Central o que durante años las cosechas y los beneficios de esas tierras se perdiesen?. Extendió el reino y eso basta. Las consecuencias se minimizan y las crónicas siguen publicitando el auge católico frente a los infieles invasores musulmanes.

El Cuñadísimo Talibán, que no se ganó el apodo de El Católico por sus servicios a la comunidad precisamente, no se preocupó sólo de despoblar el norte de la meseta. También, como todo Talibán, tenía que extender e imponer su fe a cualquier precio. Tanto fue así, que al Cuñadísimo Talibán se le atribuye una gran preocupación por engrandecer y enriquecer la capital de su reino, Cangas de Onís. Fundó el monasterio de San Pedro de Villanueva, junto a Cangas, y el de Santa María de Covadonga, cuyo aspecto se desconoce, pero que pudo servir de base a la arquitectura posterior que culminaría con el reinado de Ramiro I.

Cabe destacar cómo alcanzó su expansión el monarca talibán. Lejos de guerrear contra las tropas musulmanas, introducía sus tropas tras la huida de estos al sur peninsular. ¿Por qué huían? Más que una huida era un migración. El norte de la meseta, azotado por un epidemia de viruela, mermaba las poblaciones y suponía un peligro en caso de extenderse a otras poblaciones. Antes de producir un contagio de mayores proporciones, los musulmanes, no todos, abandonaron el norte de la meseta central, territorio que el Cuñadísimo Talibán se anexionó, y que cuentan las crónicas cristianas fruto de gran esfuerzo bélico.

Ya lo ven. La publicidad lo es todo. Fruto de esta extensión (en absoluto fruto de victorias militares) El Cuñadísimo Talibán recibió en su reino a nuevos emigrados de Al-Andalus, unos ilusionados por las crónicas del momento y otros, simplemente, huyendo del desorden público y las revueltas en Al-Andalus, fruto de los conflictos entre árabes y bereberes y otros, dicho a las claras, chaqueteros. Muchos pasados por las armas nada más entrar en territorio asturiano, sólo por haber convivido con los musulmanes o haberse convertido al Islam. Es lo que tienen los talibanes. Pero esa ya es otra historia.

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