miércoles, 30 de septiembre de 2009

HISHEM I. UN BUENAZO EN LA CORTE. O LO BUENO, SI BREVE, DOS VECES BUENO



Tras la muerte de Abderramán I, su mejor hijo, el más parecido y justo, el más sabio, a juicio del difunto Emir fue elegido para sucederle. Se trata de Hishem, conocido como Hishem I, o Hixem para los cronistas cristianos. Manía de cambiar los nombres que han tenido siempre los cristianos. Se ve que su incultura les impedía escribir correctamente cualquier nombre, de cualquier origen, costumbre que llega hasta nuestros días, cuando en pleno siglo XXI seguimos españolizando todos los nombres o doblando las películas de cine (Cabe destacar que sólo sucede en España, el resto de Europa emite las películas subtituladas).

La tradición omeya de elegir al sucesor entre los hijos según su valía y no según el orden de nacimiento no gustaba en absoluto al primogénito de Abderramán, ni a su otro hermano. Sulayman, valí de Toledo, y Abd Allah, hermanos mayores de Hishem se rebelaron en cuanto éste se hizo cargo de Emirato de Córdoba. El enfrentamiento llegó a mayores, pero Hishem lo sofocó pronto. Puede que ésta fuese la última rebelión de su emirato. Es curiosa la afición de los habitantes de esta, nuestra Península Ibérica, a la hora de manejar las envidias y las broncas en aras de las herencias y el puesto en el poder. Se ve que pese a la creencia popular, muy extendida, dicho sea de paso, son los invasores los que más se acostumbraron a la idiosincrasia hispánica. Durante este periodo pacífico para Al-Andalus, los esfuerzos bélicos volvieron a destinarse a la lucha contra los nuevos reinos cristianos.

Mientras, aprovechando el periodo de paz y prosperidad de Al-Andalus, Hishem I finaliza la mezquita de Córdoba que inició su difunto padre, al tiempo que se asegura la unidad del clero musulmán al emirato. Al clero le concede un importante número de ventajas y prerrogativas, lo que hizo que los oradores extendiesen la buena imagen del Emir. Hishem I, gracias a esto fue conocido como "Al-Rida" (del que se está satisfecho), aunque bien se le podría haber llamado Hishem I, "El Pedazo de Pan", no se sabe si por interés o si por desconocimiento, hizo felices a todos, incluso a supuestos grupos enfrentados. Imaginen la capacidad bondadosa del "Pedazo de Pan", que ni siquiera tras sofocar la revuelta contra su elección como emir terminó con sus hermanos. Y debió convencerlos, pues no le molestaron más durante su gobierno. Esperaron mejor a tratar de gibar a su hijo, sobrino de ambos rebeldes fracasados, que no fue tan inteligente como su antecesor.

A parte de su aportación a la ciudad de Córdoba y al bolsillo del clero del Emirato, "El Pedazo de Pan", un Emir sobradamente culto, extendió y fomentó los estudios teológicos y jurídicos en Al-Andalus, de los que, dicho sea de paso, se aprovecharon muchos muladíes, judíos y mozárabes.

En las expediciones de atosigamiento y guerra contra los territorios cristianos, "El Pedazo de Pan" llegó a dirigir alguna incursión en tierras francas, aunque de poca relevancia, y no por ello de escaso botín. Más bien al contrario. Al mismo tiempo decidió lanzar algunas de sus tropas contra el reino Astur, y quizá debido a su bondad, fue derrotado por los astures allá por 794 d.C. en Lutos.

"El Pedazo de Pan" no insistió mucho en la conquista del reino asturiano. Por su bondad o por el acongoje que le produjo su derrota en Lutos, el caso es que en los 2 años que le quedaron de vida al buenazo del emir nunca más se le ocurrió atacar a los brutos del norte. Y como se dice, lo bueno, si breve, dos veces bueno, en este caso no iba a ser distinto. Tan buenazo era el pobre Hishem que abandonó pronto su emirato. El pobrecillo moriría a los 31 años de edad, un 17 de abril de 796 d.C. dejando como sucesor a Al-Hakam, traducido, como de costumbre, como Alhaquen. Desgraciadamente éste no salió a su padre. Fue bien distinto para Al-Andalus, que lloró largamente la prematura muerte del Emir "Al Rida" (el que se está satisfecho) o "el Pedazo de Pan".

martes, 29 de septiembre de 2009

Abderramán I. De Rebelde a Emir. O como mostrar el esplendor musulmán a las oscuras y decadentes ciudades europeas.



Abderramán I, Emir de Al-Andalus reconstruyó, a pequeña escala, una especie de nuevo trono en Al-Andalus. Despojado de sus privilegios y perseguido por los Abassíes que ahora tenían el control del Imperio, la dinastía Omeya moría con Abderramán. Pero en su huida, el heredero pensó dónde refugiarse, y qué mejor lugar que el más alejado de Damasco. Así es como Abderramán llegó a la Península Ibérica.

Y aquí no fue mal recibido. En su llegada a la actual Ceuta, fue recibido con honores por una tribu bereber de la que su madre era descendiente. Con sus seguidores apoyando su rebelión, lo que supondría un principio de escisión del Imperio Musulmán, Abderramán vio la oportunidad de iniciar lo que perdió en Damasco por la fuerza. Y no tardó en ponerse al día de la situación en Al-Andalus. Contingentes de tropas sirias, descendientes de aquellas que el abuelo de Abderramán utilizó para invadir la Península Ibérica se suman a la rebelión. En 755 d.C., el emigrado, como se conocía a Abderramán, cruzó el estrecho, desembarcó con un contingente de tropas bereberes en Almuñecar y al unírsele las tropas sirias marchó sobre Córdoba. Allí, pese a los intentos del Califato de Damasco que ordenaron frenar la rebelión a toda costa, Abderramán derrota a las huestes imperiales (756 d.C.). Tras su victoria, Abderramán entra en Córdoba, y en su mezquita, primitiva aún, es proclamado Emir de Córdoba. Ahora, si, el principio de la escisión del Imperio Abasida de Damasco se había iniciado.

Y pese a las creencias y a las crónicas cristianas de la época, en absoluto supuso un incremento de la disciplina religiosa ni un auge del totalitarismo musulmán. Muy al contrario, y justo al revés de los sucedido en los nuevos reinos cristianos, donde la práctica de la fe musulmana suponía la condena a muerte, el Emirato de Córdoba lo conformaban Musulmanes, antiguos conquistadores y descendientes de éstos, Muladíes (cristianos convertidos al islam), Mozárabes (cristianos que en territorio musulmán siguieron con su fe cristiana) y Judíos, encantados de las ventajas fiscales y los beneficios obtenidos del auge musulmán en todo Al-Andalus.

Pero como Estado descendiente en parte de la Hispania visigoda, quizá dado el carácter de los habitantes peninsulares que se entremezclaron con los invasores y dieron lugar a la población mestiza que formó parte, desde entonces, de la Península, Al-Andalus tuvo que sufrir constantes revueltas. Esta vez para que Al-Andalus se sometiese nuevamente al Califato de Damasco. Fue un largo periodo de tensiones y conflictividad civil en el Emirato, 10 años de combates contra los nuevos rebeldes, que terminaron con una aplastante victoria de Abderramán. Curioso lo de los habitantes de esta tierra peninsular. Descontentos si o si, pase lo que pase y gobierne quien gobierne. Y si uno apoya la independencia hay que rebelarse contra él, y si apoya la estabilidad como región del Imperio habrá que rebelarse también. Esa es la idiosincrasia transmitida, supone el desdichado autor, que genéticamente, por los habitantes hispanos a los musulmanes de Al-Andalus. Dicho en pocas palabras, el Caso es rebelarse.

Imagínense hasta qué punto funciona y actua la idiosincrasia hispana, que en un nuevo acto rebelde, el Walí de Zaragoza, Ibn Al-Arabi, derrotada la rebelión anterior que trajo una década de guerra y conflicto civil, decide rebelarse, y a sabiendas de cómo se las gasta el Emir de Córdoba, pide ayuda nada menos que a su anterior enemigo, Carlomagno, Rey de los Francos. Qué sorpresa para Carlomagno que un walí de Zaragoza le pida ayuda para derrotar a las tropas de Abderramán, que iban directas a tomar la ciudad. No tanto. Ibn Al-Arabi explicó a Carlomagno que los mozárabes, cristianos de fe, que conviven en la ciudad estarán sometidos a cruentas torturas, prisión y destierro de vencer las tropas del Emirato.

Convencido de ir en defensa de la fe, al tiempo que podría extender su territorio al norte oriental de la Península Ibérica, Carlomagno dirige un basto ejército para frenar a Abderramán. Éste no se arrugó. A sabiendas del interés independentista de los vascones (anda que no viene de lejos el problema vasco), El Emir de Córdoba apoya su rebelión contra los reinos cristianos, lo que supone una dificultad en el camino para Carlomagno y su ejército franco. Parece que nada podrá frenar a los francos. Éstos toman Pamplona por la fuerza, destruyendo sus murallas y masacrando brutalmente a la población pamplonesa. Torturas de diversa índole sirvieron como entretenimiento a las tropas francas en la ciudad (¿Puede que estemos hablando del origen de los San Fermines?). Mientras tanto, algo extraño sucedía en Zaragoza. El Walí Al-Arabí no estaba en la ciudad. Su mayor lugarteniente le comunica a Carlomagno que no recibirá ayuda de un enemigo del Califato de Damasco. Enrabietado y extrañado, Carlomagno ordena la retirada a territorio Franco, sin saber qué ha sucedido. En su retirada, los vascones les harían pagar caro el haber intentado frenar su rebelión. El II Ejército de Carlomagno es derrotado por completo ante los ataques vascones en Roncesvalles. Carlomagno, consigue huir con su otro ejército tras los pirineos.

A sabiendas de todo esto, Abderramán ordenó entrar en Zaragoza. No le costó mucho. Todos los líderes rebeldes fueron ajusticiados y todos los cargos de responsabilidad fueron ocupados por familiares y hombres de confianza de Abderramán, siguiendo el modelo Omeya de Gobierno. Abderramán, implacable, consiguió también llegar a Navarra y Cataluña. Se estabiliza así la línea fronteriza entre Cristianos y Musulmanes en la Península Ibérica, y no se movería en algún tiempo.

Con la estabilidad alcanzada a sangre y fuego en Al-Andalus, Abderramán se dedica a tareas de gobierno y de extensión de la cultura y la fe musulmana. Muchos son los cristianos que encantados de poder participar de la administración musulmana se convierten al Islam. Y muchos los que pese a su fe cristiana, o Judía, preferían el gobierno musulmán del Emirato a las duras y ferreas condiciones de los talibanes católicos.

Tras ordenar la reconstrucción de la Mezquita de Córdoba, que supuso una demostración del esplendor musulmán al mundo entero, se dice que introdujo la primera palmera en la Península. Al-Andalus, nunca más, durante su emirato, sufrió nuevas rebeliones. Murió el 30 de Noviembre de 788 d.C. en Córdoba, dejando, al más puro estilo Omeya como Emir al mejor de sus hijos, Hishem, que ostentaría el emirato como Hishem I.

Ya lo ven. Abderramán, pese a su huida de Damasco, se hizo un lugar en la historia, no como huido o emigrado, como le llamaban, si no como el principal valedor de la estabilidad y el esplendor del mundo musulmán demostrado al mundo desde Al-Andalus.

sábado, 26 de septiembre de 2009

LAS CRISIS A LA ESPAÑOLA EN AL-ANDALUS. O COMO HUNDIR ALGO PROMETEDOR




Y mientras asesinaban y reinaban unos y otros en el noroeste peninsular, ¿qué sucedía en Al-Andalus? Bueno, resumiendo podemos decir que el antiguo esplendor del imperio Musulmán estaba desapareciendo. El que escribe, convencido de la influencia visigoda e hispanorromana en la decadencia del la cultura musulmana, no puede menos que desternillarse ante la situación que aconteció en la región Peninsular Musulmana.

Vean y juzguen ustedes mismos. Una vez instalados en la la Península Ibérica, las tradiciones más arraigadas en la región se fusionaron con otras tradiciones musulmanas, generando a los primeros musulmanes hambrientos de carne porcina y bebedores de diversos licores, especialmente vino. Resulta que el alcohol hacía estragos en la sociedad musulmana y la tradición anárquica y revolucionaria hispana también jugó su papel.

Al más puro estilo hispano, unas y otras facciones musulmanas decidieron tratar de hacerse con el poder de Al-Andalus. Las luchas sociales, el desorden civil y distintas revueltas, generaron que Al-Andalus empezase a sentirse independiente del Imperio Omeya. Y una revuelta triunfante en Oriente le dio la razón. Los Omeyas fueron exterminados, sus rivales, los abbasíes se hicieron con el Califato. Y la trascendencia religiosa disipó el auge administrador y financiero del Imperio, que ahora si respondía con las armas ante los ataques a la fe islámica. Los Omeyas habían sido siempre grandes administradores, perfectos economistas y gente muy culta, que incluso había olvidado en cierto modo su fe a fin de extender el imperio y mejorar su sociedad. No obstante, los árabes encabezados por los Abbasíes, no tardaron en utilizar la fe para atacar al imperio y derrocar por la fuerza y de manera muy sangrienta a los Omeyas en Damasco.

A pesar de haber intentado eliminar a toda la dinastía Omeya, uno de ellos, Abd Ar-Rahman ibn Mu'awiya ibn Hisham ibn Abd al-Malik (Abderramán I) logró huir con destino a Al-Andalus. Una vez llegado allí, Abderramán I se hizo con el Emirato y decretó por primera vez la independencia política de Damasco. Al-Andalus era ahora, un estado propio dentro del imperio Abassí de Damasco. El Emirato no consiguió paralizar la pétrea tradición hispana y las revueltas en Al-Andalus seguían produciéndose. Abderramán I, Emir de Al-Andalus tuvo que sofocar violentamente varios intentos de golpe de Estado. Alcanzó su cometido, pero la situación en Al-Andalus nunca sería la misma.

Desde el norte perdían territorio con el Reino Astur, y no paraban de retirarse de la frontera de tierras francas ante el empuje de los Francos. Cabe destacar que aprovechando los problemas internos de Al-Andalus, se ve que todo se pega cuando uno pisa esta tierra, en el 801 d.C., mientras combatían distintas facciones musulmanas por el poder en el Emirato, Ludovico Pío, hijo de Carlomagno cruza los pirineos y funda lo que fue conocido como la Marca Hispánica. Ésta franja separaría el mundo islámico del mundo cristiano, al tiempo que serviría como del Condado de Cataluña, el Reino de Navarra y el de Aragón.

Ya nada frenaba el declive de Al-Andalus, salvo una perpetua, continua y radical transformación de la vida civil y las costumbres tan arraigadas en la península. Y a ello se puso Aderramán I, que hizo frente a los reinos cristianos, primero exigiendo tributo al Reino Astúr-leonés, que se tuvo que ver obligado a pagar por el potencial omeya, y luego manteniendo la marca norte de la península al conquistar Zaragoza luchando contra los francos de Carlomagno. Así mismo, Su territorio estuvo muy bien organizado gracias a la eficacia de sus ministros, gobernadores en las siete provincias del emirato, caldíes, jueces de las ciudades y el consejo coránico, que procuraba la integración de las diferentes etnias bajo las leyes de Mahoma, como los muladíes (cristianos conversos), mozárabes (cristianos que pagaban tributo extra por permanecer en territorio musulmán) y los judíos. Además siempre tuvo 4 ó 5 asesores que le aconsejaban en cada decisión difícil.

Ordenó que no se rezase jamás por los abasidas de Bagdad. Fue proclamado príncipe de los creyentes. En las monedas no se hacía ninguna mención a Bagdad, capital del Imperio Abassí y tan solo reflejaban el año en curso y el nombre de Al-Ándalus. Fundó la Mezquita de Córdoba, que persiste como símbolo del esplendor del Islam en la Península Ibérica y convirtió Al-Andalus en una unidad de diferentes etnias y culturas en un estado potente y portentoso, capaz de combatir y resistir al Imperio Abassí, a la Europa Cristiana e incluso a las revueltas bereberes. Además, fundó una dinastía que terminaría por atribuirse el poder político y religioso en una única persona, independizando por completo Al-Andalus de ningún otro Imperio. Pero las costumbres autóctonas estaban demasiado arraigadas. Eso ya lo veremos más adelante...

viernes, 25 de septiembre de 2009

FRUELA I EL PRIMER ESPAÑOLISTA. O CÓMO ENFADAR AL CLERO Y LA NOBLEZA.



Anlizábamos hace unos días el reinado del Cuñadísimo Talibán (Alfonso I) y siguiendo la línea sucesoria, en virtud del carácter hereditario de la monarquía visigoda, a la muerte del Cuñadísimo Talibán, es Fruela, su hijo, que reinó como Fruela I (757 d.C. a 768 d.C.)el ocupante del trono de Cangas de Onís. Y no es menos interesante el reinado de Fruela, apodado "El cruel" y me atrevo a decir el Primer Españolista.

Analizando su reinado podemos apreciar una radicalización de la labor de su padre. Valedor y defensor a ultranza de la fe, llegó a someter a la curia a una férrea vigilancia, lo que le granjeó el odio y el aplauso a su asesinato. Pero no se contentaría con enfurecer a la curia. También tenía que cabrear a los nobles vascones y gallegos, o lo que es lo mismo, al germen del nacionalismo que llega hasta nuestros días. Está bastante claro lo que puede suponer cabrear a nobles y curas, que nos lo pregunten a los españoles de cualquier época...

Tan cruel llegó a ser Fruela I que asesinó a su propio hermano acusándolo de tentativa de traición. Sólo una mente retorcida y enferma será capaz de imaginarse cuál sería la pena de haber sido acusado de Alta Traición. Pero así era Fruela. Un hombre que logró repoblar Galicia hasta el río Miño, lo que serviría de frontera con Al-Andalus y a la vez sometería a gallegos y vascones a una cruenta represión. Un hombre que derrotó a un ejército cordobés dirigido por Ahumar, hijo de Abderramán, que había logrado estabilizar la situación en Al-Andalus imponiendo ferrea disciplina. Fruela, un hombre que vivió atormentado por supuestas confabulaciones contra su reino y que murió, curiosa es la historia, asesinado por sus propios hombres.

Hasta tal punto llegó la crueldad de Fruela, que de entre los prisioneros que se llevó como esclavos a Cangas de Onís decidió, a fin de unir definitivamente las tierras de los vascones a su reino someter sexualmente a una Alavesa, Munia, que formaba parte de la rebelión Alavesa en demanda de más autonomía. Tras someterla sexualmente, dicen que con demasiada brutalidad, ésta engendró a la descendencia real.

Pero vayamos a qué hizo el Travieso Fruela para granjearse semejante odio entre la curia. El monarca, como heredero del Talibán, no podía quedarse atrás en la protección, extensión e imposición de la fe. Tanto es así que prohibió al clero de su reino el matrimonio, una práctica habitual entre los clérigos del momento, y lo que es más, obligó a los clérigos ya casados a abandonar y renunciar a su matrimonio. Ésto no causó gran regocijo entre los curas, como cualquiera podrá imaginarse.

¿Y por qué "el cruel"? Bueno, al margen de radicalismos religiosos e imposiciones sexuales a sus súbditos, Fruela tenía un hermano, Vimarano. Éste asistió a diversas reuniones de la nobleza del Reino Astur, reuniones en las que por desgracia para él, siempre se apuñalaba dialécticamente a Fruela. Dado el limitado amor y extenso odio que el clero iba imponiendo sobre sus fieles hacia Fruela, y el amor que la misma iglesia y la nobleza le otorgaban a su hermano Vimarano, el Rey, muy hábil e inteligente por gracia de Dios, tuvo la gloriosa idea de asesinar a su hermano, al tiempo que azotaba públicamente y encarcelaba sometiendo a terribles torturas a aquellos párrocos y nobles que él decidió que conspiraban para asesinarlo. Además, "el bueno" de Fruela decidió que las demandas de autonomía de Galaicos y Vascones tenían que ser oídas. Tanto es así, que en medio de una rebelión en demanda de esa autonomía, Fruela mandó arrasar con todo en Álava y Galicia. Después ya vendría la repoblación...

Cumpliendo con la tradición visigoda, en el año 768 d.C., una confabulación de nobles y clérigos asesinó a Fruela en su corte en Cangas de Onís. Después, eligieron de entre los nobles a uno, primo de Fruela, Aurelio, como nuevo Rey. Fruela terminó asesinado como tantos otros reyes visigodos. Cumpliendo con la tradición de sus antepasados, por lo que suponemos moriría feliz, dado su radicalismo en beneficio de esta cultura y de esa fe. Pero ni su fe ni sus consanguíneos iban a tolerar que semejante criminal permaneciese un día más en el trono del nuevo Reino Asturiano.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

ALFONSO I. EL CUÑADÍSIMO TALIBÁN Y EL EFECTO DE LA PUBLICIDAD



Con Favila ya enterrado, El Cuñadísimo, el primero de la historia de España, mucho antes del marido de la hermana de Franco, Alfonso I (desde ahora lo llamaremos tal cual; El Cuñadísimo), fue proclamado Rey del Reino de Asturias. El Cuñadísimo, hijo de nobleza cántabra, no tardó en anexionar al nuevo estado cristiano sus dominios en Cantabria, e incluso llegó a extender su Reino a La Rioja. Al mismo tiempo, y con el auge poblador del nuevo Estado, luego veremos cómo, El Cuñadísimo se anexiona Galicia, parte del Norte de Portugal (740 d.C.) y extiende su reino por el Sur hasta León (que conquistó en 754 d.C.).

A pesar de todo no podemos pensar que El Cuñadísimo fuese un genio militar ni que los musulmanes perdiesen su empuje o perdiesen territorio fruto de la fuerza del nuevo Estado Cristiano. Al contrario, el noroccidente peninsular fue conquistado gracias al desinterés y al abandono que hicieron los musulmanes del terreno, en aras de sus intentos de expansión a tierras Francas y a causa de problemas naturales, luego veremos qué problemas.

Como primeras medias en su nuevo reino, El Cuñadísimo (desde ahora el Cuñadísimo Talibán) decidió imponer una obligatoriedad de fe católica y pasar por las armas a todo infuel (musulmán o converso) que encontrase en su camino. Sus conquistas, lejos de afianzar el territorio para su reino, se producían siguiendo el paso de la retirada musulmana y asesinando a todo aquel que no fuese de fe católica. Y a los católicos no crean ustedes que los dejaba vivir a sus anchas. Todas las poblaciones que caían en sus manos al sur de la Cornisa Cantábrica debían ser abandonadas y sus pobladores trasladados al norte, a fin de repoblar la población de Asturias y Cantabria.

Este último hecho, logró que se fundasen nuevos pueblos y poblados, nuevas aldeas y ciudades, cuya existencia y organización perdura en nuestro tiempo (y dicho sea de paso, supone uno de los problemas de comunicación de Asturias con el sur de la Corinisa Cantábrica). Esta repoblación de Asturias y Cantabria determinó un auge de la fuerza militar cristiana y una mejor defensa del reino ante las acometidas de los musulmanes, que ahora si, empezaron a preocuparse de este reducto visigodo.

Pero la defensa no mejoró fruto de la fuerza militar o de mejores tácticas, estrategias o innovaciones militares de ningún tipo. La defensa del reino mejoró fruto a la despoblación y a la creación de un espacio, el denominado Desierto del Duero, un área comprendida entre el río Duero y la Cordillera Cantábrica que quedó prácticamente despoblada. La repoblación de parte de estas tierras comenzará a producirse 100 años más tarde, con gentes del propio reino y mozárabes venidos de reinos musulmanes. Evidentemente los cronistas católicos defendieron esa política, tildando la misma como una inmejorable defensa del Reino Asturiano. No obstante, la historia moderna aclara muchos puntos de este hecho, y acusa de involuntario este hecho, algo que, dicen, ocasionó serios comederos de cabeza al nuevo Rey.

Con todo, nunca se conoció a este Rey por sus crímenes, si no por su extensión del Reino, en lo que posteriormente llamarían los cronistas cristianos la reconquista. ¿Qué importaba que pasase por las armas a poblaciones enteras, musulmanas o conversas?. ¿Qué importaba que generase un problema de despoblación y desertización en la Meseta Central o que durante años las cosechas y los beneficios de esas tierras se perdiesen?. Extendió el reino y eso basta. Las consecuencias se minimizan y las crónicas siguen publicitando el auge católico frente a los infieles invasores musulmanes.

El Cuñadísimo Talibán, que no se ganó el apodo de El Católico por sus servicios a la comunidad precisamente, no se preocupó sólo de despoblar el norte de la meseta. También, como todo Talibán, tenía que extender e imponer su fe a cualquier precio. Tanto fue así, que al Cuñadísimo Talibán se le atribuye una gran preocupación por engrandecer y enriquecer la capital de su reino, Cangas de Onís. Fundó el monasterio de San Pedro de Villanueva, junto a Cangas, y el de Santa María de Covadonga, cuyo aspecto se desconoce, pero que pudo servir de base a la arquitectura posterior que culminaría con el reinado de Ramiro I.

Cabe destacar cómo alcanzó su expansión el monarca talibán. Lejos de guerrear contra las tropas musulmanas, introducía sus tropas tras la huida de estos al sur peninsular. ¿Por qué huían? Más que una huida era un migración. El norte de la meseta, azotado por un epidemia de viruela, mermaba las poblaciones y suponía un peligro en caso de extenderse a otras poblaciones. Antes de producir un contagio de mayores proporciones, los musulmanes, no todos, abandonaron el norte de la meseta central, territorio que el Cuñadísimo Talibán se anexionó, y que cuentan las crónicas cristianas fruto de gran esfuerzo bélico.

Ya lo ven. La publicidad lo es todo. Fruto de esta extensión (en absoluto fruto de victorias militares) El Cuñadísimo Talibán recibió en su reino a nuevos emigrados de Al-Andalus, unos ilusionados por las crónicas del momento y otros, simplemente, huyendo del desorden público y las revueltas en Al-Andalus, fruto de los conflictos entre árabes y bereberes y otros, dicho a las claras, chaqueteros. Muchos pasados por las armas nada más entrar en territorio asturiano, sólo por haber convivido con los musulmanes o haberse convertido al Islam. Es lo que tienen los talibanes. Pero esa ya es otra historia.

martes, 22 de septiembre de 2009

EL OSO Y FAVILA. O UN NUEVO REGICIDIO VISIGODO



Y bien amigos. Hace unos días nos quedábamos en el momento en que Don Pelayo se autoproclamaba Rey de Asturias. Con la crónica de su victoria sobre las tropas musulmanas, muchos fueron los nobles visigodos e hispanorromanos que se le unieron. Mención especial hay que hacer a la base del ejército de Don Pelayo, un cúmulo de montañeses, de mayoría hispanorromana, que prácticamente fueron unificados a la fuerza por el nuevo autoproclamado Rey de Asturias. Don Pelayo.

Tras fortalecer su ejército, Don Pelayo corre a la toma de Gijón, a fin de cortarle la retirada a las tropas musulmanas que huían. Sin demora se pone en marcha y alcanza la meta, Gijón, aniquilando a las desbandada guarnición musulmana que la defendía.

A pesar de controlar la ciudad más importante de Asturias en el momento, Pelayo, que de táctica y estrategia militar algo sabía, decide salir de Gijón y situar la capita del nuevo Reino Cristiano de Asturias en Cangas de Onís, a sabiendas de la superioridad militar musulmana y de la ventaja que otorgaba a los rebeldes el abrupto y escarpado terreno montañoso. Desde allí gobernaría su nuevo reino, y recibiría a los cristianos sorprendidos, ilusionados y emocionados por las crónicas de su victoria sobre los invasores musulmanes.

A pesar de tratar de extender su reino, no sería hasta el reinado de Alfonso I en 740 d.C. que se expandiese el reino asturiano a zonas de Galicia y al oriente asturiano. Picapiedra Pelayo murió y fue despedido con honores militares y reales en 737 d.C. dejando el reino en manos de su hijo, Favila.

Este joven, primogénito de Pelayo, sólo pudo disfrutar durante dos años de su reinado. Ajeno a cualquier conflicto bélico con los musulmanes, dado que estos se preocupaban más de extenderse por el sur francés que de dominar los territorios escarpados y tremendamente duros del noroccidente de la Península, no tuvo grandes problemas para ser proclamado Rey, dada la costumbre hereditaria visigoda anterior a la invasión musulmana.

Cuenta la leyenda, que un desafortunado día, en una acción cazando en las montañas, Don Favila fue asesinado por un oso. No hay que olvidar que es bastante viable dado el número de osos que poblaban el territorio, así como los hábitos reales de la cacería de osos, que aún se extienden a nuestros días (supongo que ningún lector ha olvidado la noticia del embriagado oso que cazó el actual monarca español Juan Carlos I). Pues bien, el pobre neófito en el trono es muy pronto eliminado, y su cuñado, Alfonso I el Católico, casado con la hija de Picapiedra Pelayo Ermesinda, accede al trono conocido como Alfonso I El Católico.

Analicemos pues, el caso de Favila. Otros le llamaban Fafila. Pero en aras de un nombre menos ridículo, que no responda a la pronunciación de ciertos montañeses astures, le llamaremos Favila. Dada la nulidad de los avances en su reino puede considerársele una auténtica carga para el nuevo estado independiente de Al-Andalus (No vayamos a engañarnos, es el mismo caso que la inmensa mayoría de los reyes que han ejercido en la historia de España). No obstante, como hijo varón de Pelayo, y dado el carácter hereditario de la monarquía, no quedaba otra que hacerle rey.

El bueno de Favila decidió, como tantas otras veces, irse de caza en vez de hacer algo por su reino. Cabe destacar que ni siquiera se preocupó por desplazar la capital del reino astur a otro emplazamiento. Sólo se dedicó a vivir de sus privilegios. En esta situación, algunos dicen que debido a la tradición visigoda, decidió partir en busca de un oso. Digo tradición pues cuenta la leyenda que era tradicional que como prueba de masculinidad y hombría, para pasar de joven a adulto, como en tantas otras tribus, incluso actuales, el candidato debía dar caza a un oso salvaje.

El caso es que el bueno de Favila se perdió en la montaña en busca de su presa. Tanto se inmiscuyó en esa labor, que nunca volvió. Cuenta la leyenda que un oso criminal y asesino mató al bueno de Favila con sus garras. Ya era torpe, el bueno de Favila, convertido en cazador cazado.

Otras teorías de la historia más moderna apuntan más a un crimen político, del tipo que ocupó a los visigodos tantas veces, que a un pobre oso convertido en regicida. No sería de extrañar que un enviado de su cuñado, sabido es el odio que se tiene siempre por los cuñados, hubiese asesinado al bueno de Favila en aras de ostentar el trono. Y dado el gusto de los visigodos por estas labores, no me sorprendería que Alfonso, ahora Alfonso I de Asturias, decidiese hacerse con el nuevo trono asturiano.

Ya lo ven. Un oso regicida o un cuñado cabreado. Yo me inclino por el cuñado y la costumbre visigoda de poner y quitar rey a su antojo. Pobre Favila y pobre oso...

domingo, 20 de septiembre de 2009

COVADONGA, ESA EXAGERADA BATALLA, O CÓMO MANEJAR LA HISTORIA AL ANTOJO DE UNOS CUANTOS...


Hoy vamos a analizar un hecho que aún hoy genera amplio debate entre los historiadores, y entre los entendidos en historia y aficionados al periodo histórico que supone la invasión musulmana. Tal es el debate entre neófitos e historiadores que todos, utilizando unas fuentes u otras, desprestigiando unas fuentes u otras, terminan por contradecir, desde el primer hasta el último hecho.

Hablamos de la "Batalla" de Covadonga. Y entrecomillo batalla porque la realidad escapa y mucho de la historia que nos contaron en la escuela durante décadas. Comencemos analizando al "Héroe", a Don Pelayo, el primer Rey visigodo tras la conquista musulmana de la Península. ¿Rey? Tal vez debiéramos referirnos a él como Líder Militar, pero esto vendrá más tarde.

Pelayo era un noble visigodo, que ante la conquista musulmana, se enfrentó a las tropas moras en la Batalla de Guadalete, como ya saben, saliendo a la carrera ante la superioridad del invasor. Se cree que volvió a Asturias, donde sin resistencia alguna se sometió al poder musulmán, manteniendo sus privilegios, tierras, herencias y posición social a cambio del correspondiente tributo y el juramente de lealtad a la nueva Al-Andalus. Ese era Don Pelayo, un Hijo del duque Favila, vástago del rey Rodrigo, que ocupaba un puesto significativo relacionado con la antigua administración del territorio visigodo, y que huyó con algunas reliquias cristianas a Toledo y posteriormente a Asturias. Este hecho, la participación de Pelayo en la batalla de Guadalete y su huida a Toledo tras la derrota, ya sugieren que en absoluto se trataba de un astur, un galaico, un vascón o un cántabro.

Jamás osó Pelayo arremeter contra el poder musulmán, ni siquiera en las distintas reuniones de nobles visigodos que se celebraban en las montañas, en la Cordillera Cantábrica, único territorio que los musulmanes ni siquiera se preocuparon por conquistar. ¿Qué interés podía tener semejante territorio, de invierno infernal y verano prácticamente inexistente? Que se lo queden...

Munuza, valí de Gijón, al mando de una guarnición militar musulmana, controlaba entonces el correcto pago de tributos de la nobleza visigoda. Pero para ser serios, le costaba bastante mantener sus genitales dentro de los pantalones. Tanto es así, que pese a la oposición de Don Pelayo, Munuza se lanzó a la conquista de la hermana del noble visigodo tras enviar a Don Pelayo como Jaray (tributo territorial) a Córdoba. De hecho se cuenta, que a pesar de la oposición de su hermano, que había prometido la mano de su hermana a otro noble visigodo, ésta se dejó arrastrar al catre de buena gana. Pero la honra es la honra, y la visigoda más. Al menos eso pensó Pelayo, que huido de Córdoba y enterado de la noticia de lo acontecido con su hermana retornó a Asturias, concretamente a Cangas de Onís, donde tendría lugar una reunión de nobles visigodos como tantas otras.

Y es ahí donde Pelayo se enciende, proclama su derecho sobre el sur conquistado por los musulmanes, y ante el estupor y el alucine de los demás nobles, clama a los cuatro vientos que va a comenzar a enfrentarse a la invasión. Y ¿cómo? Le preguntarían los nobles visigodos. Dándoles donde más duele, diría Pelayo. No pagando los tributos que me corresponden por mantener mis tierras y mi posición como noble.

Pues bien, la historia, lejos de demostrar un interés por la Reconquista, término que no se emplearía hasta bastantes años más tarde, nos muestra a un Pelayo encabritado y furibundo por la deshonra a la que Munuza sometió a su familia, en concreto a su hermana. Ni deberes del buen cristiano, ni derecho a recuperar el antiguo trono visigodo, ni mucho menos reconquistar el territorio perdido para el cristianismo. Lógico, entre otras cuestiones, si tenemos en cuenta que los primeros musulmanes que invadieron la península respetaban la fe y las creencias de las religiones de Libro, como llamaban a Judíos y Cristianos.

Lo que no iban a tolerar de ninguna manera es el impago de los tributos por el mantenimiento de las tierras y los privilegios de la nobleza visigoda. ¿Hablamos de los primeros impuestos de carácter progresivo de la historia? Munuza, Valí de Gijón, manda un destacamento a efectuar el cobro de sus tributos. O en su caso, prender a los morosos (desde ahora debiéramos llamarlos así para entender el verdadero origen de su rebeldía) y expropiar sus pertenencias. Pelayo, elegido en la reunión de Cangas de Onís como líder militar de los morosos que le siguieron, no todos, decide defenderse.

El 28 de Mayo del año 722 fue la fecha en que sucedió la "Batalla" de Covadonga. A pesar de las cifras que manejan las escrituras cristianas, que hablan de 187.000 musulmanes contra 300 visigodos, es evidente que ni habiendo ocupado toda la cornisa cantábrica enviarían los musulmanes semejante fuerza. Máxime teniendo en cuenta que con un ejército de 40.000 hombres se hicieron con toda la Península Ibérica. No sería nada descabellado decir, que ante 300 morosos, cifra que las escrituras musulmanas respetan, los musulmanes enviasen unos 1000 infantes. Dirigidos por el general Alqama, enviado desde Córdoba, se lanzaron los musulmanes a prender a los morosos. Desconociendo el abrupto terreno de los Picos de Europa, se dirigieron directamente a la cueva que excavaron los morosos como recinto para la defensa. Y aunque no se lo crean, ante las pedradas lanzadas desde la cueva por los morosos, los musulmanes, desorientados, perdidos en semejante terreno decidieron marcharse. Con la frase "30 asnos salvajes... ¿qué daño pueden hacernos?" se abandonó Cangas de Onís, no sin antes sufrir la muerte de Alqama.

Tras esta escaramuza (nadie puede llamar batalla a semejante hecho) Don Pelayo, que debiéramos conocer como Picapiedra, se convierte en la esperanza de otros nobles visigodos, que con sus siervos deciden seguirle. Munuza, muy valiente, decide abandonar Gijón y volver a Córdoba tras esta derrota. Eso sí, con la hermana de Pelayo a hombros. Tras esta huida, el Picapiedra Pelayo se autocorona rey cristiano de Asturias y traslada la capital a Cangas de Onís, donde los historiadores cristianos empiezan a escribir burdas patrañas sobre Covadonga, la aparición de la virgen en defensa de los morosos y la muerte súbita ante esa visión que segó la vida del general musulmán Alqama.

Ya lo ven. Sólo una escaramuza, puede que con 10 o 15 muertos en total. Quizá más, casi seguro. Pero en absoluto el origen de una reconquista que vendría después, cuando muchos visigodos se creyeron las crónicas cristianas sobre la batalla. Eso si, Picapiedra Pelayo y sus seguidores nunca más pagaron tributos a Al Andalus, y Munuza vivió en Córdoba durante años, feliz y saciado sexualmente con la hermana de Pelayo. Qué cosas tiene la historia...

viernes, 18 de septiembre de 2009

NI FOBIA NI AVERSIÓN. REALIDAD HISTÓRICA



Visto lo visto en mis escritos, muchos pensarán que tengo una extraña y preocupante aversión o fobia a nuestro pasado visigodo, que exagero y manipulo la información para justificar determinadas circunstancias o simplemente, con intención de ridiculizar el pasado ibérico.

Nada más lejos de la realidad. La historia, aunque esté contada con fines políticos y sociales y muchas veces sea una versión errónea la que se extiende, está fundamentada en unos datos concretos, obtenidos de forma científica en base a distintas fuentes, orales, escritas o materiales.

La cultura visigoda y su dominio de la Península Ibérica no escapan al análisis histórico. Y en virtud a datos concretos, demostrados históricamente y analizados con sumo cuidado por estudiosos durante años, demostraré que mi aversión a los visigodos no es tal, si no más bien un toque humorístico necesario, para pasar un trago de la historia que realmente debiera avergonzarnos como habitantes naturales de la Península Ibérica.

Para demostrar que en absoluto siento la más mínima aversión, fobia, odio o recelo contra nuestro pasado visigodo, he de citar algunas de las cosas buenas, inteligentes y útiles de su cultura, sus leyes y su forma de organización social, aunque ello me lleve a otras críticas contra ellos. Vamos a ello entonces:

Los visigodos, lejos de otras tribus germánicas que impusieron su modo de vida a los territorios que ocupaban, aprovecharon todo lo posible la organización territorial romana. Más que invadir la península, poco a poco los visigodos se fueron fundiendo entre la población hispanorromana, llegando incluso a adoptar su fe (los hispanorromanos eran católicos mientras que los visigodos eran arrianos). Económicamente, la base de la hispania visigoda no discrepa en absoluto con la base economica hispanoromana, por lo que podemos asegurar que tampoco alcanzaron grandes logros en este sentido. La administración territorial, en cambio, si supuso un ligero avance, o mejor dicho una ligera protofeudalización. El reino visigodo fundó los "Duces" (duques) y los "Comes" (Condes) que despojarían a los ya decaídos curiales municipales.

Uno de las bondades de los visigodos, fue no tratar de imponer sus propias leyes tribales a los invadidos. Los godos, que se regían por normas nunca transcritas, transmitidas de forma oral, manejaban sus vidas al margen de la ley que se ocupaba de los hispanorromanos. No obstante, a partir de aproximadamente el 654 d.C., el rey Recesvinto creó el "Liber Iudiciorum", un cuerpo de leyes visigodo, de carácter territorial cuyas normas se extendieron a la población goda y romana. Sus leyes anteriores (El Breviario de Alarico que recoge el derecho romano y regía la vida de los hispanorromanos y el Código de Leovigildo, que regulaba la vida de los godos, donde se deroga especialmente la prohibición de matrimonio entre hispanorromanos y visigodos) quedaban derogadas.

Vamos ahora al juicio de la historia contra el reino visigodo. Como típico funcionamiento tribal, el rey visigodo debía ser un noble, elegido de entre un consejo de nobles denominado Aula Regia, que también funcionaba de consejo asesor del monarca. Como vemos, una forma de monarquía mucho más democrática que posteriormente, en pleno periodo absolutista. Y es que sólo 3 reyes en el reino visigodo de la Península Ibérica fueron elegidos por este método. 3 reyes, sólo 3 para una ley traída de la más antigua tradición tribal. Estos fueron Chintila, Wamba y Rodrigo. 20 años más tarde, durante el reinado de Recesvinto, se ve que a este monarca le sobraba tiempo, se anuló el Aula Regia que debilitaba la postura del monarca para convertir la monarquía visigoda en un sistema absolutista, centralizado y hereditario.

Tras esta modificación, a la que por supuesto se opusieron los nobles y muchos obispos, se produjeron en la Península Ibérica enormes conflictos internos, civiles y una constante inestabilidad política. Cuando no gustaba un rey, los nobles decidían su eliminación. Para ejemplo un botón: Entre 526 d.C. y 554 d.C. los cuatro monarcas que ocuparon el trono fueron asesinados. La asociación al trono era, en la práctica, la forma más común, junto con las usurpaciones, de tomar el poder. El monarca estaba ungido por Dios y a éste debía su legitimidad; la realeza poseía así un carácter sagrado, que se supone debía de disuadir cualquier intento de atentar contra el monarca, pero los asesinatos de los dueños del trono, rebeliones, conjuras y usurpaciones eran moneda de cambio en el reino visigodo, que estuvo constantemente sumido en la inestabilidad política, las intrigas palaciegas, conflictos civiles y guerras intestinas que perjudicaban, frenaban y destruían cualquier intento por avanzar económica, cultural y socialmente.

Ya lo ven. La realidad es que entre la invasión de Bizancio, la guerra contra los suevos, los vándalos y los alanos, las guerras civiles y la inestabilidad del trono, la Hispania Visigoda no disfrutó jamás de una adecuada salud. Mientras otros pueblos germánicos se imponían y crecían en tierras del antiguo imperio, en la Península Ibérica, el primer proyecto de unificación peninsular hacía aguas por todas partes. Y esto sin hablar del vino y la envidia, que también estuvieron presentes en la vida de la Hispania Visigoda.


LO QUE PUDO SER Y NO FUE. Un análisis del gusto por el vino y la envidia española

Anoche comentába el auge y la bonanza que trajo, a la península ibérica, la urbanizadora y más civilizada cultura musulmana. Y dado este auge y las mejoras relacionadas con los derechos sociales, laborales y económicos de la población "invadida", sumado a la tolerancia religiosa que imperaba en Al-Andalus (los conversos se iniciaban en el islam fruto de beneficios económicos y sociales como la contratación en la administración o en el ejército, siendo respetados los que decidieron permanecer con sus creencias religiosas cristianas, o judías, muy respetadas por los musulmanes), muchos fueron los "hispanos" que vieron como salvación la "invasión".

Otros, no obstante, los últimos conversos visigodos, como conversos que son, radicalizaron sus posturas, se hicieron más intolerantes e intransigentes, y abogaron por combatir, de cualquier forma a los invasores musulmanes. Sucede siempre que los conversos son los más radicalizados y fervientes protectores de la fe. Y en el caso de la Hispania Visigoda no iba a ser menos. Tanto es así, que muchos vieron en estos nuevos conversos el germen del primer reino cristiano en Al-Andalus. Pero esa es otra historia.

Hoy vamos a analizar lo que sucede cuando una cultura más poderosa, más tolerante y emprendedora, se relaciona con los habitantes de la antigua Hispania Visigoda. Con una administración y un ejército plagado de conversos, que mantenían las costumbres adquiridas durante los largos años de reinado visigodo, ambas culturas convivieron, se entremezclaron y compartieron hábitat y formas de vida. Tanto es así que a la vez que los visigodos aprendían en las escuelas, disfrutaban de los baños y gozaban de un servicio de salud muy avanzado, los musulmanes que no eran conversos empezaban a disfrutar del vino, de las mujeres de Al-Andalus y de otros placeres que el desierto les negaba.

Ésta curiosa forma de unidad intercultural, hizo prevalecer como siempre, la postura más tosca, más patética y arraigada en la Península Ibérica. El alcohol hacía estragos entre los musulmanes, lo que generaba además un abandono de sus costumbres, de parte de su fe, de su forma de vida y organización social. Un auge delictivo oscureció la buena labor del Califato, y los odios y deseos independentistas, tan arraigados en este país que aún duran hasta nuestro días, empezaron a ocasionar los primeros disturbios dentro del Califato de Damasco. Al-Andalus no deseaba seguir abonando unos tributos que producía en la Península Ibérica y que en su mayoría, pese a las magníficas ciudades (que llegaron a ser las más importantes, dinamizadas, cultas y grandes de Europa) al sistema de salud o a las novedadosas ventajas sociales, se marchaban directamente a Damasco.

La decadencia del Islam en Al-Andalus coincide con el auge converso y la asimilación de la cultura visigoda y las costumbres hispánicas. Es curioso como este país, es capaz de destruir todo lo que toca. Y como no, el descalabro y la corrupción surgida en la nueva Al-Andalus coinciden plenamente con el aumento del rechazo de los conversos al catolicismo. Muchos nobles empezaron entonces a negarse a pagar sus tributos, lo que generaría nuevas y ahora, más duras, medidas de los musulmanes contra la nobleza visigoda. Pero esa ya es otra historia.

Hemos visto como una cultura más audaz, más práctica, más humana, aseada y progresiva que la visigoda, en contacto con la Hispania de entonces se corrompe, se inunda de falsos conversos, se emborracha de placidez y licores mientras se gesta una semilla de rencor, odio y delincuencia en sus calles. Lo que pudo ser y no fue, producto del amor de esta tierra al vino y a la envidia.

LO QUE PUDO SER Y NO FUE. UN ANÁLISIS DE LA ENVIDIA HISPANA Y EL AMOR AL VINO



Anoche comentába el auge y la bonanza que trajo, a la península ibérica, la urbanizadora y más civilizada cultura musulmana. Y dado este auge y las mejoras relacionadas con los derechos sociales, laborales y económicos de la población "invadida", sumado a la tolerancia religiosa que imperaba en Al-Andalus (los conversos se iniciaban en el islam fruto de beneficios económicos y sociales como la contratación en la administración o en el ejército, siendo respetados los que decidieron permanecer con sus creencias religiosas cristianas, o judías, muy respetadas por los musulmanes), muchos fueron los "hispanos" que vieron como salvación la "invasión".

Otros, no obstante, los últimos conversos visigodos, como conversos que son, radicalizaron sus posturas, se hicieron más intolerantes e intransigentes, y abogaron por combatir, de cualquier forma a los invasores musulmanes. Sucede siempre que los conversos son los más radicalizados y fervientes protectores de la fe. Y en el caso de la Hispania Visigoda no iba a ser menos. Tanto es así, que muchos vieron en estos nuevos conversos el germen del primer reino cristiano en Al-Andalus. Pero esa es otra historia.

Hoy vamos a analizar lo que sucede cuando una cultura más poderosa, más tolerante y emprendedora, se relaciona con los habitantes de la antigua Hispania Visigoda. Con una administración y un ejército plagado de conversos, que mantenían las costumbres adquiridas durante los largos años de reinado visigodo, ambas culturas convivieron, se entremezclaron y compartieron hábitat y formas de vida. Tanto es así que a la vez que los visigodos aprendían en las escuelas, disfrutaban de los baños y gozaban de un servicio de salud muy avanzado, los musulmanes que no eran conversos empezaban a disfrutar del vino, de las mujeres de Al-Andalus y de otros placeres que el desierto les negaba.

Ésta curiosa forma de unidad intercultural, hizo prevalecer como siempre, la postura más tosca, más patética y arraigada en la Península Ibérica. El alcohol hacía estragos entre los musulmanes, lo que generaba además un abandono de sus costumbres, de parte de su fe, de su forma de vida y organización social. Un auge delictivo oscureció la buena labor del Califato, y los odios y deseos independentistas, tan arraigados en este país que aún duran hasta nuestro días, empezaron a ocasionar los primeros disturbios dentro del Califato de Damasco. Al-Andalus no deseaba seguir abonando unos tributos que producía en la Península Ibérica y que en su mayoría, pese a las magníficas ciudades (que llegaron a ser las más importantes, dinamizadas, cultas y grandes de Europa) al sistema de salud o a las novedadosas ventajas sociales, se marchaban directamente a Damasco.

La decadencia del Islam en Al-Andalus coincide con el auge converso y la asimilación de la cultura visigoda y las costumbres hispánicas. Es curioso como este país, es capaz de destruir todo lo que toca. Y como no, el descalabro y la corrupción surgida en la nueva Al-Andalus coinciden plenamente con el aumento del rechazo de los conversos al catolicismo. Muchos nobles empezaron entonces a negarse a pagar sus tributos, lo que generaría nuevas y ahora, más duras, medidas de los musulmanes contra la nobleza visigoda. Pero esa ya es otra historia.

Hemos visto como una cultura más audaz, más práctica, más humana, aseada y progresiva que la visigoda, en contacto con la Hispania de entonces se corrompe, se inunda de falsos conversos, se emborracha de placidez y licores mientras se gesta una semilla de rencor, odio y delincuencia en sus calles. Lo que pudo ser y no fue, producto del amor de esta tierra al vino y a la envidia.

jueves, 17 de septiembre de 2009

ACHILA, SIN QUERER, EL MEJOR MONARCA DE LA HISTORIA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA




Hoy seguiremos rebatiendo las mentiras sobre la "invasión" musulmana. Y entrecomillo invasión, dado el carácter de la misma. Es cierto que desde el norte de África llegaron a la península y la tomaron en su totalidad. Es cierto que incluso hicieron incursiones en el sur de Francia y que los musulmanes, del califato Omeya de Damasco, extendiendo su imperio, llegaron a convertir Al-Andalus, la antigua Hispania, en una provincia más del Imperio Omeya.

Pero ¿qué sucede si analizamos la historia de la invasión? Empecemos por sus órígenes. Alcanzado el norte de África, el Califato de Damasco abarcaba una extensión sin igual. Y ahí iba a quedarse, por mucho que digan. Pero un hispano visigodo, en su rencilla con el monarca Achila, decidió usurpar el trono. Rodrigo, Duque de Bética, en 710 d.C. se hizo con el trono visigodo en Toledo proclamándose Rey.

Achila, desesperado y negándose a perder sus privilegios huyó a África, donde se reunió con unos hombres bastante hospitalarios y pacientes. Achila contó al Emir Musa Ibn Nusayr que su trono, usurpado por Rodrigo, estaba en manos de un fanático religioso que perseguía a los conversos musulmanes en Hispania. A cambio de ayuda para restaurarlo en el trono de Hispania, Achila y sus tropas ayudarían a los musulmanes a invadir la Penìnsula Ibérica y extender su imperio a tierra de los Francos, con los que la Hispania Visigoda, fruto de las derrotas contra los Francos, no "casaba" mucho (Obsérvese aquí el complejo de inferioridad y odio del Hispano a un pueblo que derrotó a los visigodos y los expulsó a Hispania, el mismo caso que en la actualidad afecta a gran número de Españoles, cabreados con todos aquellos que nos derrotaron en nuestra historia).

Un año más tarde, en 711 d.C. 7000 musulmanes (la mayoría bereberes), con el General Árabe Tariq Ibn Ziyad al mando, desembarcan en Yabal Tariq (Actual Gibraltar). El Rey Rodrigo decidió esperarlos en el interior y plantarles batalla. Cerca del río Guadalete, los visigodos sufrieron una derrota definitiva. Tres meses después del desembarco, Tariq y sus tropas, sin oposición alguna, e incluso aclamados por algunos conversos ocuparon la capital, Toledo. Un año más tarde otro ejército musulmán desembarcó y estableció en Mérida su campamento. Los pocos visigodos que no aceptaban su gobierno fueron perseguidos y derrotados cerca de Salamanca.

Desde entonces, lejos de tratar de convertir por la fuerza a los visigodos, los más cultos, limpios y civilizados musulmanes fueron sumando conversos, deseosos de trabajar en la administración y el ejército, y recibir mejores salarios y más derechos sociales que bajo la dominación visigoda. Hispania, ahora Al-Andalus, provincia del Imperio Omeya de Damasco, se convirtió en un reguero de cultura y tolerancia religiosa, en un centro productivo de primer orden y en un núcleo portuario europeo que acarreó enormes beneficios a la península Ibérica. La nobleza visigoda, que veía mantenidos sus privilegios a cambio de un tributo al imperio de Damasco aplaudía las políticas urbanizadoras musulmanas. Por primera vez en la historia de la Península Ibérica, sin sangre y fuego, una civilización lejana se asentaba definitivamente y no por las armas, si no a través de educación y progreso. Y todo gracias a un depuesto monarca, Achila, que dicho sea de paso se convirtió al Islam pero nunca más recuperó su trono.

¿Podemos estar hablando del monarca que más ha hecho por nuestro país? Eso si, las costumbres hispanas, entre otras el amor al vino, no tardarían en hacer estragos entre los nuevos gobernantes de la Península Ibérica...

QUÉ PAÍS...

miércoles, 16 de septiembre de 2009

LA "INVASIÓN" MUSULMANA, O EL PACTO DE LOS DE SIEMPRE POR MANTENERSE



Hoy vamos a analizar y desmentir más ideas popularmente aceptadas en este país de países, España, que marcan parte importante de nuestra historia. Ideas aceptadas por los no estudiosos y por una inmensa mayoría de equivocados y unos cuantos teóricos de panfleto asturianista y deseosos de encontrar, en cualquier periodo histórico, un ejemplo y una diferencia para con el resto de los habitantes del Estado Español.

Hoy nos referiremos a la invasión musulmana de la Península Ibérica. Y es en este contexto, donde indecisos, desconocedores de la materia e interesados revisionistas tiran con bala para proclamar una diferenciación histórica de Asturias con el resto del Estado Español.
Debemos trasladarnos al año 711 d.C., cuando se inicia oficialmente la invasión musulmana de la Península Ibérica. Un proceso bastante corto, teniendo en cuenta el estado de las comunicaciones y demás en la Península Ibérica. En tan sólo 14 años, hasta el 725 d.C., el territorio musulmán comprendía ya la totalidad de las actuales España y Portugal, y trataban ya de avanzar hacia el norte, adentrándose en el actual territorio francés.
Y aquí viene el dilema. "Con la invasión morisca, sólo Asturias resistió a caer en manos musulmanas formando el primer reino cristiano". Lo habrán oído, leido o visto en el cine y en algunos libros. Sin embargo, como es costumbre, es una creencia errónea, a veces interesadamente, y la mayor parte de las veces fruto del desconocimiento y el chovinismo que invade a todos los habitantes de este país.

No hace mucho, en una discusión al respecto de este tema entre varias de mis amistades, ellos negaban la presencia de jefes militares y nobles musulmanes instalados en Gijón, quizá una de las ciudades de España más al norte del mapa. Sin embargo, distintos y antiguos palacios y restos en la propia ciudad, demuestran precisamente la estancia de los musulmanes en la ciudad asturiana. No sólo eso. Fue en Gijón donde habitaba Munuza.

Munuza no era otra cosa que un líder de una pequeña guarnición militar musulmana encargada de asegurarse el pago de tributos de los nobles visigodos e hispanorromanos. Y es que la invasión musulmana no supuso la aniquilación ni la persecución, ni siquiera religiosa, de los habitantes de la península. Muy al contrario, se trataba de un tutelaje fundamentado en la lealtad de los nobles cristianos y el correcto pago de tributos. Munuza, desde Gijón, aseguraba con su guarnición el pago de los tributos de toda la región.

Ya lo ven. Ni resistencia al invasor, ni guerra de guerrillas ni nada de nada. Tan sólo pactos con los invasores. Los nobles cristianos pactaron con los musulmanes la permanencia y el respeto a sus títulos y propiedades, a cambio de lealtad al poder musulmán y el pago periódico de tributos al jefe militar de turno. Munuza en el caso de Asturias.

Como siempre en este país, modificamos la historia para adecuarla a los intereses chovinistas y justificar, de ese modo, las mayores barbaridades cometidas. La invasión musulmana con la que nuestros padres, abuelos y bisabuelos crecieron, donde los musulmanes pasaron a sangre y fuego desde el norte de África hasta la Cordillera Cantábrica es un mito. Por supuesto que hubo presencia musulmana en Asturias, y en absoluto se obligó a nadie a convertirse al Islam o a ejercer de esclavo de los moros (Hay que destacar también, que, pese a la creencia popular, moro no es en absoluto una palabra despectiva. Hay que saber que los moros son los habitantes del norte de África, y nada más).

Como siempre, en este país, enaltecemos auténticas burradas y negamos la más evidente prueba histórica. España es así, una auténtica isla de incultura, que pese a quien pese, fue, con la presencia musulmana el centro neurálgico de la cultura europea. Pero claro, ¿cómo justificar la reconquista sin una previa provocación y acción sangrienta por parte de los moros? Ay, España, cuando recuperarás la cultura de la que un día hiciste gala...

martes, 15 de septiembre de 2009

DE CAUDILLO A CAUDILLO Y TE ASESINO PORQUE ME TOCA



Tras la caída de Roma, y el primer feto de una Hispania unida bajo la ocupación visigoda, los peninsulares poco a poco fueron adaptándose a los cambios. No muchos, no vayan a creer. La mayor parte de la población, hispanoromana, mantenía sus costumbres y su fe, y eran los visigodos los que más aceptaban y acataban las costumbres hispanoromanas.

Es en ese acatamiento de costumbres y fe por parte de los visigodos, cuando un arriano, el Rey Recaredo, hijo de Leovigildo, tras una vida, la suya y la de su padre, tratando de convertir a los hispanoromanos católicos al arrianismo cambian las tornas y decide convertirse al catolicismo.

Desde entonces (587 d. C.) convierte a sus obispos al catolicismo, y proclama tal religión como oficial del Reino Visigodo, que tras la derrota contra los francos ocuparon la totalidad de la Península Ibérica y llevaron su capital a Toledo.

La mayor parte de los habitantes peninsulares ya eran de fe católica. Más que una conversión estatal, el bautismo del Rey Recaredo y la oficialidad católica supusieron una constatación de una realidad social.

Pero Recaredo, como tantos otros reyes visigodos, no duraría mucho en el trono. El reino visigodo, lejos de traer paz y estabilidad a la península, la sumergió en un cúmulo de guerras civiles y magnicidios. Todos los nuevos nobles querían reinar en Toledo. Y los hispanoromanos, que seguían con su vida como si tal cosa, no iban a ser menos. El invasor se convierte a la religión del invadido. Roma tenía una pesada y larguísima sombra que los visigodos nunca pudieron superar. Entre esas costumbres, acatadas por los nuevos amos, la más característica de los habitantes peninsulares, la rebelión contra el poder central. Y como no, las ansias y el gusto por el caudillismo y el poder personal, y también por el vino. Este hecho caracterizó durante siglos la política visigoda. Y aún con la invasión musulmana (Siglo VII), distintos caudillos militares y nobles visigodos e hispanorromanos permanecían asesinando a sus reyes y tomando el poder en territorio visigodo, celebrándolo airadamente con abundante vino.

Quizá sea por esta herencia que la política española, hasta bien entrado el siglo XX se dictaminó siempre desde distintos cuarteles, por unos caudillos u otros. En fin, que hasta en plena edad contemporánea en España reinaban las costumbres tribales visigodas. SPAIN IS DIFFERENT, ya saben...

lunes, 14 de septiembre de 2009

ROMA SUPO PERDER CON ELEGANCIA



Sigamos analizando curiosidades de la historia de la Península Ibérica. La historia antigua, en este caso. Tras la romanización, como todos sabrán, las invasiones bárbaras, más bien las migraciones bárbaras (los bárbaros son, etimológicamente, los que balbucean, término empleado por los griegos para referirse a los extranjeros que no hablaban su idioma y que Roma utilizó para los pueblos ajenos a su imperio), acabaron con el Imperio Romano de Occidente.

Bien cierto es que muchos de esos pueblos bárbaros ya estaban en contacto e incluso formaban parte del Imperio. Eran los propios "bárbaros", contratados por el Imperio, los que protegían las fronteras de los territorios conquistados por Roma.

Pues ellos acabaron con el Imperio, y toda Europa quedó en sus manos. Bien, la península ibérica no es una excepción a este caso. ¿¿O si?? Analicemos lo ocurrido.

Mientras distintas tribus bárbaras iban ocupando el territorio imperial, Roma se veía desbordada. Sus legiones, repletas de tropas extranjeras e incluso de soldados de origen idéntico a los invasores, habían perdido su explendor de antaño. La fuerza de las invasiones superaba a todas luces al poder imperial. Tanto es así, que en España, ante las invasiones de Alanos, Suevos y Vándalos, Roma llamó a sus aliados visigodos para defender sus territorios.

Hasta aquí todo normal, idéntico al resto de Europa. Salvo por una diferencia. Roma prometió un territorio en la península ibérica a sus aliados visigodos, a cambio de su ayuda militar. ¡Y qué ayuda! Los visigodos no tardaron en apoderarse de los territorios alanos, suevos y vándalos. Tan sólo algunos suevos resistieron en la actual Galicia. Y ¿qué hizo Roma ante esta nueva perspectiva?? Ceder y cumplir su pacto con los visigodos.

Así las cosas, con sus propios aliados, los propios visigodos, Roma perdió toda la península, formandose el primer feto de España, el Reino Visigodo.

Ya lo ven. Hasta en esto teníamos que ser diferentes. No podían invadir la península como el resto de Europa. No, Roma tenía que perder con elegancia. Se ve que mucha de la cultura prehispánica quedó más que patente en la cultura romana de entonces.

domingo, 13 de septiembre de 2009

QUE ME PERDONEN LOS PRERROMÁNICOS Y LOS MÁS ACÉRRIMOS "ASTURIANISTAS"


Hoy vamos a empezar por algo que siempre me ha llamado la atención. Las guerras contra Roma de los distintos pueblos que habitaban en la Península Ibérica, que como todas las guerras que emprendió España, se perdieron.

Pero como sucede siempre en estos casos, y más en este país, tendemos a vanagloriar "supuestas" hazañas de aquellos que se enfrentaron a la invasión. Y digo supuestas, porque habría mucho que debatir al respecto de estas "hazañas". Vayamos, por ejemplo, a las Guerras Cántabras.

Tras la caída de las tribus celtíberas y la alianza con los vascones, sólo los pueblos al norte de la cordillera Cantábrica resistieron al invasor durante más de 2 siglos. ¿Nunca han escuchado, leído o visto esto, en la escuela, la universidad, muchas publicaciones y hasta en la televisión? Cierto, resistieron 2 siglos la invasión romana. O mejor dicho, no se vieron afectados por la invasión mientras los Romanos se ocupaban de las tribus celtíberas. El ejército Romano, si bien era un arma incomparable contra cualquier otra nación, tribu o pueblo que quisiera oponérsele, no era un ejército mecanizado. La península ibérica tampoco estaba intercomunicada y los territorios eran bastante crueles para cualquier viandante. Y SORPRESA, los romanos iban a pie.

Bien, sabemos que Roma entró a sangre y fuego en la península ibérica, dado el rechazo que las tribus de lo que Roma llamó Hispania, oponían a su presencia. Pero Roma sólo conquistaba lo que tenía algún interés para el Imperio. Y ¿qué interés podía cosechar una tierra impracticable, pantanosa, donde el invierno es muy duro y el verano y la primavera tremendamente cortas? Ninguno durante un siglo y medio. Los pueblos cántabros ni siquiera se preocuparon de la presencia Romana en la Península Ibérica. ¿Para qué? Eran felices en sus pantanales. Pero entonces descubrieron al norte de la Cordillera Cantábrica eso que los antiguos no valoraban y regalaban a los visitantes extranjeros. El oro. Entonces Roma si se interesó por el norte penínsular.

Ya ven. Ni resistencia heróica ni heroismo celta. Simple y llanamente desinterés del invasor. ¿Y después? Si, una guerra tremenda, una violencia inusitada, y esto va para los que presumen de astures, cántabros y galáicos, Roma adoptó con esos pueblos una política de exterminio que supuso la práctica extinción de esta cultura prerromana. Y la resistencia, por cualquier historiador que se precie de serlo, no puede sumar más de 10 años, desde el 29 a.C. hasta el 19 a.C.

Ya ven, curiosidades de la historia. Hasta que encontraron Oro, El norte peninsular ni siquiera les era de interés turístico.

sábado, 12 de septiembre de 2009

¿POR QUÉ ...PARA SARCÁSTICOS?

Bien, la respuesta es sencilla. No hay más que echar un rápido vistazo a la historia de España para encontrarnos con una auténtica acumulación de pifias, desbarajustes, comicidades y excentricidades que nos convierten en un país extraño, diferente, como rezó tantas veces entre los "guiris" descamisados de Benidorm. Si, es que "Spain is different". Y como tal debemos tomárnoslo con calma, con paciencia, con serenidad, y con una buena dosis de realismo, de bien contenida vergüenza, propia y ajena, con orgullo y sobre todo, con sentido del humor.

Verán como no me engaño ni trato de engañaros a ninguno/a. La historia de España no es la gloriosa, heróica y mártir que nos han contado. Como las meigas, "haberlos hailos", pero destacamos por lo contrario. Reyes deformes, una constante bancarrota en las arcas del estado, y también mucha ignorancia, un permanente analfabetismo popular y noble. Frases históricas muy españolas, incluso autores con tal dominio de nuestro idioma que son capaces de hacer diccionarios de expresiones donde se mentan los atributos masculinos.

Somos, como dijo un intelectual muy castizo, un país de burros. Enaltecemos al poderoso, aplaudimos los abusos, lloramos por las cadenas pero las preferimos a los cambios. Y cuando por fin nos decidimos a cambiar algo, entonces nosotros mismos tiramos por tierra todas nuestras esperanzas. Somos, y siempre hemos sido, un país de cotilleo y prensa rosa. Pregonero rosa, sería antes.

Esta es la desgracia de un pueblo que se vanagloria de su patética historia. Tan patética que hace de España un país encantador, de gentes escépticas que ocultan sus miedos a lo desconocido y a los cambios tras la cortina de la eterna mentira sobre nobles de ultramar y el dominio del mundo.

Un país de eternos paletos, con una historia tan irrisoria, que prefieren desconocerla. Pero tan orgullosos, que incluso así, prefieren la inopia a la realidad.

¿POR QUÉ UN BLOG??

Bien, lo primero es daros a todos la bienvenida. Abro muy ilusionado este blog, el primero que recuperará mis pensamientos y mis maneras de explicar algo tan importante y tan necesario como es la historia. La historia de España, para ser más concreto. La historia del país de países, del tiznado de culturas que es el Estado Español, y que siendo serios, nos guste o no, se llama España, y tiene su historia.

Pues bien, mi ilusión por publicar en algún sitio mis proyectos, se hace palpable con este blog. Un blog que espero que no se torne en un diario, que espero sea lo suficientemente activo como para sentir las ganas suficientes para seguir adelante. En definitiva, un blog abierto a todos, para que opineis, participeis y si podeis y lo consigo, disfruteis de la historia, por encima de los libros, las costosas lecturas y el inherente sopor y aburrimiento que a muchos os genera estudiar historia.

Para demostrar que otra historia es posible, y que muchas formas pueden utilizarse para explicar algo tan necesario como nuestro pasado común.

En fin, sed pacientes. Pronto empezaré con el primero artículo y vereis a lo que me refiero. Espero que disfruteis de su lectura como yo lo haré haciendoos llegar mis proyectos.